«Si lo haces bien nadie se dará cuenta de que estuviste. Pero si lo haces mal, ay si lo haces mal. Entonces darás la vuelta al mundo» afirma la traductora-intérprete María Galán. Sin ánimo de reavivar el malestar que toda polémica genera entre los profesionales y el público, todos hemos sido testigo de algunas de las “meteduras de pata” más famosas que la prensa y las redes sociales se han encargado de reproducir. La mayoría de estas polémicas suelen surgir entorno a los siguientes ámbitos:
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La interpretación consecutiva o bilateral:
Debido al carácter más vistoso de la interpretación, especialmente aquella de carácter diplomático, suele darse algún caso en que el error de la intérprete produce el enfado de los profesionales o incluso malentendidos entre países con graves consecuencias. Un ejemplo podría ser el del reciente encuentro entre el rey Felipe y el Presidente Obama en el que la intérprete puso en boca del Presidente que EE.UU. siempre tendrá «una relación más fuerte y unida» con España mientras que lo que realmente quiso decir era que quería relaciones con una «España fuerte y unida» aludiendo a la situación de independencia de Cataluña (puedes leer un artículo sobre el asunto aquí).
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La traducción de títulos de películas:
Normalmente el traductor no tiene mucho papel en este asunto, es
más, el traductor propone, pero el equipo de marketing dispone. Así, nos encontramos con títulos que contienen spoilers o que no tienen mucho sentido como Ice Princess= Soñando, soñando… triunfé patinando, Rosemary’s Baby = La semilla del diablo o Die Hard = La jungla de cristal.
No obstante la raíz de toda polémica es casi siempre la misma: una mala traducción producida por la falta de formación y conocimientos de quien traduce o el uso de herramientas de traducción automática para abaratar costes. Decimos casi porque existen casos como el de futbolista Argentino Mauro Icardi, cuyo libro se ha visto envuelto de polémica a causa de un problema de traducción. Según afirmó su esposa al salir en su defensa “quieres decir una cosa y cuando se traduce es otra”.
En este caso, antes de pensar en disparar al traductor, debemos considerar si la persona que ha formulado el texto ha expresado correctamente y sin ambigüedades lo que quiere decir. En lo que al profesional concierne, ante la duda, cabe preguntar siempre a la fuente y como bien dicen la mayoría de los códigos deontológicos sobre traducción, rechazar cualquier encargo para el que no estemos cualificados o cuya calidad no podamos garantizar.