Iros haciendo a la idea de que la lengua evoluciona.
La noche del 16 de julio de 2017, Pérez-Reverte anunciaba en su cuenta de Twitter que, tras mucho debate, la RAE aceptará en otoño iros como sinónimo del imperativo idos. El impacto de la noticia hizo estallar las redes y no fueron pocas las personas que expresaron su disconformidad. Es curioso porque muchos parecían estar atónitos y furiosos por la entrada al diccionario de dicho imperativo. Pero yo me pregunto: ¿cuántos utilizamos diariamente idos fuera del ámbito profesional y cuántos otros se acaban de enterar de que el imperativo de ir nunca fue iros?
La mayoría de los comentarios culpaban a la RAE por haber aceptado un uso de iros más que extendido. Pero ella no tiene la culpa. Y si no, pensemos cuándo fue la última vez que escuchamos, dijimos o escribimos idos antes de que la noticia bombardeara los medios de comunicación. Probablemente hace mucho. Y es normal. Y no pasa nada. Porque los hablantes creamos la lengua y la RAE simplemente recoge la forma en la hablamos.
La evolución de la lengua.
Si iros ha entrado a formar parte del diccionario es porque se ha extendido tanto que la forma culta (y preferida todavía por la Academia) nos suena rara al oído. Las lenguas evolucionan, crecen y maduran con el paso del tiempo igual que lo hacemos las personas. Que una lengua esté en continuo cambio es señal de que es una lengua viva con una gran cantidad de hablantes. Si nuestro idioma no evolucionase, entonces sí que tendríamos algo de lo que preocuparnos.
Pensar en el español quijotesco. Nos topamos con palabras como augmentar (aumentar), aqueste (este) o ecepto (excepto), que nos pueden resultar arcaicas. Seguramente, si en aquella época a Cervantes le hubiesen dicho que se iba a aceptar desafiaseis como sinónimo de desafiádeses, habría pensado que se trataba de un disparate.
Llevamos toda la vida deformando el español o, mejor dicho, llevamos toda la vida manteniendo viva nuestra lengua. No podemos negar que lo que ahora nos parece de lo más normal antes parecería una atrocidad; que lo que ahora vemos como atrocidad en unos años será la norma; y que las palabras que utilizamos a día de hoy estarán en desuso en un futuro no muy lejano.