La Traducción se caracteriza por ser un sector donde se maneja un volumen muy elevado y diverso de documentos. Desde textos puramente legales (como contratos) a textos meramente informativos con valor administrativo. Por ejemplo, certificaciones académicas, partidas de nacimiento o de defunción, manuales técnicos, expedientes médicos, etc. Esto se debe, en gran parte, a que pocos documentos están exentos de ser traducidos hoy en día.
Sin embargo, la traducción y sobre todo la traducción oficial es, también, uno de los sectores donde la confidencialidad siempre se presenta como uno de los mayores temores que tienen los clientes que solicitan una traducción, independientemente del ámbito en el que se inserte. Realidad que, a veces, perjudica el resultado final del producto. Es decir, a la traducción en sí misma. Existe un cierto miedo a dar más información de la estrictamente necesaria. Cuando, a más información, mejor será la calidad final de la traducción.
Las dos posturas: cliente y traductor
Estos temores son comprensibles si se tiene en cuenta el punto de vista del cliente. El cual está facilitando información personal de carácter privado muy sensible. Pero no parece una postura tan lógica desde el punto de vista del traductor. Este actúa como un profesional capacitado que se rige por una conducta deontológica concreta. Además de por la Ley de Protección de Datos.
La existencia de esta situación latente, no solo en el ámbito de la traducción, ha traído consigo la creación de leyes que protejan a los usuarios de la difusión de información sensible por parte de empresas que trabajan con datos de carácter privado.
Ya sea en las condiciones generales de la empresa o en la deontología profesional, toda empresa de traducción que ofrezca servicios de calidad expondrá cómo gestiona estos datos que precisan de tanto cuidado y discreción. Para combatir los temores causados por la desinformación, solo hay una solución. Ser muy claros acerca del tratamiento de los datos confidenciales de los clientes.
Ley de Protección de Datos y confidencialidad
La antigua Ley Orgánica 15/1999 de Protección de Datos de Carácter Personal tenía por objeto garantizar y proteger (en el marco del tratamiento de los datos personales) las libertades públicas y los derechos fundamentales de las personas físicas. Especialmente aquellas cuestiones relacionadas con el honor, la intimidad y la privacidad personal y familiar.
La nueva Ley de Protección de Datos y Garantía de los Derechos Digitales se aprobó el 5 de diciembre de 2018. Supone una actualización de la anterior ley. Grosso modo, establece la forma en que debe informarse a las personas acerca del tratamiento de sus datos. Según la AEPD (Agencia Española de Protección de Datos), esta nueva ley orgánica facilita, específicamente en el ámbito de internet, que todos los ciudadanos puedan conocer de forma clara y sencilla los aspectos más importantes del tratamiento.
Además, en comparación con la antigua ley de protección de datos, reconoce el derecho de acceso, rectificación o supresión de información de personas fallecidas. Regula el “derecho al olvido” en redes sociales y servicios similares. Actualiza las garantías de derecho a intimidad en el ámbito laboral. Por último, modifica la ley de competencia desleal. Lo hace regulando como “prácticas agresivas” aquellas acciones que tratan de suplantar la identidad de una agencia o sus funciones.
En definitiva, tanto la ley orgánica 15/1999 como la 3/2018 buscan garantizar a la población la confidencialidad de sus datos, entendiendo que existe información sensible de carácter personal que debe ser protegida.
Cómo saber si puedo confiar en una empresa
El grupo de Empresas de Traducción de CBLingua se rigen por una ética común (deontología), basada en unos principios básicos de profesionalidad, puntualidad y confidencialidad. En relación con la confidencialidad, toda empresa de traducción que ofrezca servicios de calidad cumplirá, al menos, con los siguientes requisitos:
- Considerará como confidencial todos los documentos, a no ser que se explicite de forma oficial que son de dominio público.
- No prescribirá la confidencialidad, es decir, esta política se seguirá manteniendo una vez finalizado el proyecto.
- Prohibirá expresamente divulgar información confidencial en cualquier entorno, inclusive dentro de la misma empresa.
- Almacenará todos los documentos en un sitio seguro, donde no puedan extraviarse ni robarse.
En resumen…
La relación cliente-empresa se fundamenta en la confianza mutua. Se encuentra respaldada por la actual ley de protección de datos. El traductor (o la Empresa de Traducción) debe garantizar siempre la mayor transparencia y confidencialidad con la documentación entregada. Asimismo, el cliente debe confiar en que la documentación dada se tratará como material a traducir exclusivamente. Es decir, como el objeto de trabajo que es. Luego toda aquella información sensible de aparecer en la documentación se gestionará desde la máxima confidencialidad en todas las fases del proceso de traducción. Desde su envío para tasación del presupuesto hasta su traducción, revisión y producción final.