Traducir pierde sentido cuando no sabemos expresar correctamente el sentido del texto origen. No importa cuántos años hayamos estudiado en la universidad, no importa cuánto tiempo hayamos invertido en aumentar nuestra experiencia, no importa cuántos cursos hayamos completado, no importa cuántos idiomas hayamos aprendido, si no dominamos nuestra lengua materna, estamos perdidos.
¿Recordáis el capítulo de los Simpson en que Ralph cree que ha ganado un premio de lengua pero en realidad significa que va mal y responde con la mítica frase “eso no posible es”? Cada vez que entregamos una traducción con errores graves nuestro cliente nos ve convertirnos en Ralph por un momento. Nuestra reputación como profesionales va íntimamente ligada a esta cuestión y es que nuestra capacidad de “alejar interferencias” dependerá del dominio que tengamos de nuestra lengua materna. Pero, ¿a qué interferencias nos referimos? Por una parte, el traductor puede encontrarse con las interferencias propias de la lengua origen y, por otra, puede encontrarse con aquellas que se producen por poseer más de una lengua materna o vivir en una zona donde se hablan varios idiomas o dialectos.
¿Cómo solucionar esto? A continuación enumeraremos varias maneras, sin embargo, jamás nos cansaremos de reiterar que, en esta profesión, la formación continua es casi una obligación especialmente si se trata de mejorar la capacidad de redacción y corrección en nuestra lengua materna.
En primer lugar, por desgracia, existen muy buenos expertos que simplemente no saben expresarse ni utilizar su lengua materna para plasmar sus conocimientos. En otras palabras, no todos los Traductores Jurados, técnicos tienen un dominio perfecto de la lengua hacia la que traducen y eso hace que la figura del corrector sea realmente importante, no solo para que el texto sea correcto ortotipográficamente, sino en muchas ocasiones para que sea comprensible y legible. Aunque esta figura suele aparecer en el mundo editorial, los correctores son profesionales de la lengua cuyos servicios pueden ser de mucha utilidad a la hora de considerar si un texto está bien escrito o si necesita mejoras. Como suele decirse “dos pares de ojos siempre ven más que uno”.
En segundo lugar, otra solución más económica y que no implica la ayuda de otro profesional, podría ser dejar que un nativo de la lengua meta lea el texto y juzgue si la traducción suena natural o no. No obstante, en esta opción corremos muchos riesgos ya que puede que esta persona se exceda en sus funciones y no sepa respetar las huellas originales.
Es imprescindible que el texto que entregamos a nuestro cliente esté pulido y sin errores. Nuestro producto es la mejor imagen de nuestro trabajo y de nuestra empresa. Si queremos cuidar a nuestros clientes, empecemos por cuidar nuestros productos, en este caso, nuestras Traducciones ya sean Traducciones Oficiales, legales, turísticas…