¿Quién no conoce el programa Erasmus? Cuando se creó hace unos años, 30 para ser exactos, pocos eran los estudiantes que se atrevían a cruzar las fronteras nacionales y lanzarse a la aventura de irse a Europa a estudiar. ¡A Europa! Como si aquello fuera el más allá, un territorio desconocido. Hoy en día es un programa de sobra conocido. Por él se pelean muchos universitarios, y no todos consiguen la ansiada plaza.
Quienes hemos disfrutado de una beca Erasmus sabemos lo que supone esta inolvidable experiencia. No se trata únicamente de aprender, profundizar o perfeccionar el idioma. Que también, claro está. Se trata fundamentalmente de conocer otras culturas. De darte cuenta de que por ahí hay otros estudiantes como tú. De encontrarte con otros chicos que, también como tú, tienen 21 años, dos hermanos y un móvil de última generación. Pero que desayunan beans o beben grappa.
Treinta años suponen una generación completa. Por eso de todos estos años no quedan solamente recuerdos, secretos y amigos. ¡Resulta que también tenemos bebés Erasmus! Se trata de los niños que han nacido de la unión de parejas que se conocieron durante una estancia Erasmus. Varios medios se han hecho eco de esta noticia, e incluso se habla de que nacerán un millón de bebés Erasmus. Y dicen que uno de cada cuatro estudiantes que se van a estudiar al extranjero encuentran su pareja en este entorno. He leído incluso que algunos les ponen a los hijos Erasmo como segundo o tercer nombre, para recordar cuál es su origen.
Lo que pasó durante el Erasmus, se queda en el Erasmus.
Siguiendo el símil futbolístico, mis amigos y yo siempre hemos dicho que “lo que pasó en Toulouse, se queda en Toulouse”. O lo que es lo mismo, las aventuras Erasmus son secretos que guardaremos siempre, y que nos unen más si cabe a quienes compartimos aquel año de nuestras vidas en aquella bonita ciudad.
Pues parece que algunas parejas no se han contentado con vivir la experiencia y guardar el recuerdo (o el secreto inconfesable, según los casos) y han decidido quedarse con el mejor de los regalos de la beca: un hijo. O dos. O tres. Eso ya queda a gusto del consumidor.