Traductores e intérpretes voluntarios con ocasión de los atentados en barcelona y cambrils.
Desde que el pasado jueves 17 de agosto se produjeron los atentados de Barcelona y Cambrils no hemos dejado de recibir noticias al respecto, en su gran mayoría malas. Y digo en su gran mayoría porque este tipo de acontecimientos tiene la facultad de sacar lo peor pero también lo mejor de las personas. Es evidente que los atacantes muestran su peor versión, pero este no es ni el momento ni el lugar para tratar este tema. Me quiero centrar en todas las buenas acciones que, desde el primer momento, han llevado a cabo miles de héroes anónimos.
La ciudadanía actuó como corresponde, cada uno en la medida de sus posibilidades: personal de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, personal médico, taxistas, psicólogos, donantes de sangre, encargados de bares y restaurantes… Y un sinfín de traductores e intérpretes.
Según los últimos datos, las víctimas son de más de una treintena de nacionalidades diferentes, así que podemos imaginar el colapso que esto pudo producir en los hospitales y centros médicos que iban acogiendo, en medio del torbellino que tuvo que ser aquella tarde, a todos los heridos y familiares de las víctimas. Los compañeros traductores e intérpretes en seguida comenzaron a presentarse donde consideraban que eran necesarios, dispuestos a desbloquear alguna de las situaciones que se estaban produciendo.
Los compañeros que ya habían ofrecido sus servicios explicaban en las redes sociales a quienes estuvieran también dispuestos cuál era la situación real. La recomendación para quienes quisieran colaborar era que llamaran a los números de teléfono que se habían habilitado y dejaran sus datos personales, fundamentalmente nombre, teléfono de contacto y combinación de idiomas. Finalmente no fue necesario contar con todas las personas que se habían ofrecido, teniendo en cuenta además que la Consejería de Justicia de la Generalitat y algunos Consulados habían puesto a disposición de víctimas y familiares sus servicios de traducción e interpretación.
Pero eso es lo de menos. Lo verdaderamente importante es la voluntad de los traductores e intérpretes que, como el del resto de la ciudadanía, quisieron ayudar a las víctimas ofreciendo aquello para lo que pudieran resultar útiles. Me gustaría que por un momento tratásemos todos de imaginar la situación: nada de la imagen idealizada que tenemos de los intérpretes de conferencias o de grandes cumbres internacionales. Los traductores e intérpretes voluntarios llegan en un momento de pánico absoluto, en el que los heridos no saben explicar lo que les pasa, el personal sanitario no consigue transmitir su mensaje y los familiares no encuentran a sus seres queridos. Pensar que una persona deja la tranquilidad y seguridad de su hogar para involucrarse personalmente en situaciones de tal nerviosismo, angustia y dolor teniendo como única contraprestación la satisfacción de haber ayudado a los demás –o al menos haberlo intentado– merece el mayor de mis reconocimientos.
En nombre de la profesión, moltes gràcies.