Hace poco llegó a nuestras pantallas la película Roma, de Alfonso Cuarón. Es una película mexicana basada en la infancia del director. Narra la vida de una joven indígena que trabaja como empleada doméstica para una familia de clase media. Esta, poco a poco, va convirtiéndose en un miembro más de la familia.
Antes incluso de verla ya se oían muy buenas críticas. Después de que esta llegará a España se desató una nueva crítica o más bien, una gran polémica. ¿Por qué?
Pues bien, los distribuidores españoles decidieron “traducir” el español de México al español de España. Pensaron que para que un espectador español pudiera entender la película Roma era necesario subtitularla. Esto ha provocado diversas reacciones.
La mayoría de las personas creen que esta decisión es innecesaria e incluso ofensiva. El propio director ha reaccionado en contra de esta decisión: “Me parece muy ofensivo para el público español el que Roma la hayan subtitulado con castellano español”. Incluso la RAE ha arremetido en contra de esta “absurda” elección.
Como parte del mundo de la traducción, y por tanto del uso de la lengua, creo que es importante dar nuestra humilde opinión.
La subtitulación en la película Roma
La subtitulación es una modalidad de traducción que llegó a finales de los años veinte. Su objetivo principal es que el producto visual sea alcanzable para el mayor número posible de espectadores cualquiera que sea su idioma.
Con ello, además de extender el producto también se difunden costumbres y culturas de otros países. Esta es la razón principal por la cual la película Roma no debería haber sido subtitulada al español de España. Tanto Mexicanos como españoles, independientemente de nuestro dialecto, compartimos un mismo idioma con unas mismas reglas básicas. Esto hace posible la comunicación entre nosotros sin ningún tipo de problema.
El español no es el “español de España” o el “español de México”. Son ambos, pero no solo eso, el español es cada una de las variantes que existen dentro y fuera de la península. Es esto lo que lo convierte en un idioma rico. Es ahí donde está su magia.
Nadie puede juzgar que “enojado” sea peor o mejor que “enfadado” o viceversa. La riqueza de un idioma se basa en el hecho de poder transmitir una misma idea de distintas formas, con distintas palabras.
Es cierto que los españoles de la península no entendemos todas las palabras que se usan en México, al igual que tampoco podremos conocer nunca todas las que se usan dentro de nuestra propia península. Por ejemplo, regionalismos andaluces, vascos, gallegos, canarios, etc.
Pero, he aquí lo más importante en la vida de un traductor, el contexto, por muy repetitivos que podamos llegar a ser los traductores, el contexto es crucial para entender el sentido. Por tanto, a pesar de las palabras que no conocemos, esta película puede entenderse perfectamente gracias a ese magnífico contexto formado por diversas imágenes. Y así lo dice el refrán: una imagen vale más que mil palabras.
Además, hoy día, gracias, entre otras cosas, al cine podemos enriquecernos de la lengua, costumbres y hábitos de otras culturas. Podemos empaparnos de cualquier lugar que se nos ocurra.
El hecho de que una película use una variante concreta del español no es un obstáculo para un espectador de la península sino todo lo contrario. Es un privilegio, el privilegio de poder conocer la lengua en todas sus variantes.
No dejemos que una simple decisión separe nuestro mayor lazo, un idioma en común.