La traducción automática y el día a día del traductor.
Cuando pensamos en un traductor profesional nos lo imaginamos rodeado de papeles y diccionarios. Pero la realidad es que esos papeles han pasado a convertirse en documentos electrónicos y los diccionarios son ahora infinidad de pestañas abiertas en el navegador. Todo evoluciona y cambia con el paso del tiempo. Lo que al principio nos parecía una amenaza, al final acaba siendo nuestro mejor aliado.
Vivimos en un mundo en el que queremos todo ya, aquí y ahora. No es de extrañar que, cuando se empezó a escuchar hablar de traducción automática a mediados del siglo xx, muchos (sino todos) los traductores profesionales pensaron que iban a perder su trabajo y a ser sustituidos por una máquina que, además de ser bastante más rápida que ellos, no había que pagar para usar sus servicios. Pero, entonces, ¿por qué, si pudiendo conseguir una traducción entre cualquier combinación lingüística con un solo clic y sin costes, los clientes siguen prefiriendo a un humano? La respuesta es sencilla. La calidad de las traducciones de este tipo de herramientas es, en la mayoría de los casos, bastante baja y poco fiable.
Traductores automáticos como herramienta de apoyo para el traductor.
Muchos traductores profesionales utilizan los traductores automáticos día a día para agilizar el proceso de traducción. De hecho, muchos programas de traducción asistida por ordenador tienen una opción para conectarse a Google Translate y que este les sugiera traducciones. El traductor pasa de tener que traducir desde cero a hacer una revisión y post-edición exhaustivas. Herramientas como Google Translate trabajan con una base de datos y textos paralelos, al igual que las herramientas de traducción asistida se apoyan en memorias de traducción. De este modo, podríamos afirmar que se trata de dos procesos muy similares.
Probablemente el futuro de la traducción y de los traductores se encuentre en las nuevas tecnologías. Se acabarán desarrollando nuevas herramientas de traducción asistida cada vez más eficaces o se mejorarán las que ya existen. Pero siempre se necesitarán personas. Porque hay muchos tipos de traducciones, como la jurada, que precisa de un sello para ser válida, o traducciones técnicas, irónicas, poéticas o literarias. Y porque las máquinas no entienden de culturas. Además, existen miles de idiomas en el mundo y millones de combinaciones entre ellos.
Podemos seguir rechazando este tipo de herramientas a las que muchas veces, erróneamente, tachamos de enemigas. O podemos adaptarnos a ellas y aprovechar todo lo que tienen que ofrecernos.